Esta noche, en Ciudad K…

…contemplaremos los efectos de una sobredosis de Kieslowski, acercaremos la obra de Cervantes a las víctimas de la ESO, aprenderemos a superar un trauma provocado por un psicoanalista, desconfiaremos de la nanomedicina, descubriremos el lado humano y familiar de Adolf Hitler y nos distanciaremos brechtianamente de nuestro propio programa para preguntarnos qué demonios estamos haciendo.

Ah, y también haremos la última defensa de la libertad de fumar en sitios público que verás en televisión.

A las 21:30 en La 2 y aquí todo el rato.

Cosas que hacer con un condón cuando estás muerto

Tac. Un africano menos.

Cualquiera que sepa divertirse ha pensado alguna mañana: si sigo haciendo esto acabaré pillando el SIDA . Los más prudentes incluso se habrán hecho la prueba. Es el tipo de susto que hace que te centres. Sospechar que has canjeado tu salud por un orgasmo te da una perspectiva mucho más relajada de los problemas cotidianos.

Mi generación, los que estrenamos ombligo a finales de los 70, hemos crecido en un ambiente de educación sexual. Eso dicen nuestros mayores. Sabemos que ir por ahí copulando con desconocidos y/o desconocidas sin un murito de plástico en los genitales puede hacer que acabes como Tom Hanks en aquella película en la que Antonio Banderas se doblaba a sí mismo.

Por supuesto, nadie en su sano juicio piensa en Tom Hanks cuando una persona desconocida se te acerca demasiado y te susurra ¿vamos? Es mucho más cómodo pensar que la fortuna está de tu parte, y que ya sería mala suerte pillar el bicho justo esta noche. De ahí que el SIDA siga propagándose entre personas de mi generación totalmente informadas y aparentemente sensatas.

Tac. Un africano menos.

El SIDA apareció en los titulares a principios de los años 80. Por entonces era una enfermedad de maricones descontrolados, de esos que la maman en cuartos oscuros sin siquiera verse la cara. Una plaga bíblica que condenaba al averno infinito a esos viciosos que van por ahí colgándose de pollas ajenas sin un mísero hola. Pero resulta que la naturaleza no tiene prejuicios sexuales, así que el SIDA pronto se convirtió en una enfermedad de padres de familia, jueces y numerarios del OPUS.

Han pasado tres décadas desde las primeras infecciones conocidas de VIH. Ahora, globalización mediante, el SIDA es una pandemia con dos rostros. En occidente provoca incómodos cortes de rollo cuando alguien se pone a rebuscar en el montón de ropa en busca de un condón. En el Tercer Mundo, sin embargo, su rostro no es tan trivial; allí es una lenta condena a muerte para millones de personas.

Tac. Un africano menos.

Esta semana se ha hecho noticia de unas declaraciones del Papa al respecto. Dice el Pontífice que, para una puta, el uso del condón puede ser un paso en la dirección correcta. Pero, aclara, el uso del preservativo no es una forma válida de luchar contra el VIH. La única forma válida, dice Ratzinger, pasa por la «humanización de la sexualidad».

Todas las grandes religiones abogan por «humanizar la sexualidad». A mí eso me suena a dibujarle ojitos al glande (un amigo lo hizo en mi presencia y folló esa noche), pero sospecho que la cosa no va por ahí. Sospecho que, en realidad, se trata de practicar sexo con gente a la que amemos realmente, a vincular penetración con sentimientos nobles como entrega, generosidad y sacrificio. No te tires a nadie por quien no darías tu vida, proclama el representante del Dios católico en la Tierra. Y yo, como muchos, me pregunto qué cojones tiene eso que ver con la muerte de cientos de miles de personas en el Tercer Mundo.

Si Dios existe, inventó los matices. Parece poco probable, por tanto, que ese ser omnisciente y eterno sea tan mezquino y dogmático como los mojigatos que dicen hablar en su nombre. A no ser, claro, que Dios sea un hijo de puta sin escrúpulos que nos creó en un arrebato de sadismo sólo para reírse de nuestras limitaciones. Lo que resulta incuestionable es que la frecuencia de los pensamientos de ese supuesto Dios está más allá de nuestra capacidad auditiva. La radiación cósmica de fondo no opina sobre condones.

Dejemos, pues, la sexualidad en los dormitorios, baños y portales y preocupémonos por humanizar la compasión. Si hay un Dios, seguro que lo prefiere.

Tac. Un africano menos.

Neutralidad en la red

El Gobierno de Zapatero está poniendo en jaque a la libertad de expresión más de lo que ningún gobierno de la democracia haya hecho hasta ahora. Lo está haciendo por intereses económicos, fruto de la presión de las empresas de telecomunicaciones.

Por aquí ya hemos tratado varias veces la amenaza que la crisis económica supone para la libertad de expresión en todos los medios de comunicación. La censura comercial es rutina en diarios y televisiones, por más que los directivos lo nieguen y los periodistas y guionistas sólo lo admitan en la intimidad. Ahora le toca el turno al único medio que parecía a salvo: Internet.

La primera trompeta del Apocalipsis la sopló César Alierta, presidente de Telefónica, en febrero de este mismo año. «Lo que es evidente es que los buscadores de Internet utilizan nuestras redes sin pagarnos nada, lo cual es una suerte para ellos y una desgracia para nosotros. Pero eso no puede seguir, es evidente.» Lo dijo en una rueda de prensa en Bilbao, anunciando (a su manera) lo que estaba por venir.

Estos días quizá hayas oído hablar de algo llamado la neutralidad en la red. Y habrás oído que peligra. La neutralidad es una cualidad de la Red que nos permite algo maravilloso: navegar libremente por Internet. Nos permite entrar a Google o a YouTube para buscar el contenido que queremos sin ningún tipo de restricción por parte de la operadora que nos provee el servicio.

La neutralidad en la red garantiza que las empresas de telecomunicaciones no puedan, por ejemplo, optar por un motor de búsqueda en detrimento de otro. Tu red doméstica de Telefónica, Orange, Vodafone o Euskaltel te permite por igual hacer una búsqueda en Google, Yahoo o Bing. Esto, que consideramos algo natural, podría cambiar en los próximos meses. Sin el principio de neutralidad en la red, tu proveedor de Internet podría, por ejemplo, llegar a acuerdos económicos con un buscador, capando o ralentizando todos los demás.

Acabar con la Neutralidad en la Red es el mayor golpe a la libertad de la historia de Internet. Es un cambio de paradigma que superpondría los intereses económicos de las empresas de telecomunicaciones a la libertad del usuario. Es una amenaza real e inminente. De ahí la importancia de convertirla en ley. Porque perder la neutralidad en la red constituirá un enorme retroceso en el libre acceso a la información y a la cultura.

El Gobierno socialista parece dispuesto a vender la libertad de los ciudadanos por no se sabe qué promesa o chantaje. Es un paso más que confirma la apuesta socialista por convertir este país en una fuente de mano de obra barata no cualificada para nuestros vecinos europeos.

Si te interesa este tema, te recomiendo que leas los artículos es Enrique Dans al respecto, este texto de Rosa Jiménez Cano para El País y este video didáctico:

Esta noche, en Ciudad K…

…llevaremos la I+D+i a la iglesia católica, aprenderemos a vivir felices sin reciclar, conoceremos al perrocol monjil, estructuraremos (en tres actos) una infancia jodida por las drogas y una mujer tendrá un explosivo orgasmo en horario infantil.

Ah, y en el CERN la radiación afectará al becario gordito dando lugar una nueva raza humana: el Hetero Supremo.

A las 21:30 en La 2 y aquí todo el rato.