La estética de la corrupción

El Algarrobico. Foto: Pablo F. J.

Me pregunto qué será del concejal de urbanismo que vio el plano de El Algarrobico y pensó: «esto va a quedar estupendamente en la playa».

Claro que a lo mejor nunca pensó tal cosa. A lo mejor nunca pensó nada. Quizá se limitaba a hacer circular maletines de un despacho a otro, buenas tardes, muchas gracias. Un engranaje más en la gran maquinaria del Milagro Económico Español.

A lo mejor, quién sabe, el sujeto en cuestión era amigo del concejal aquel que un día miró los planos de Marina D’Or y espetó: “cáspita”, y espetó: “que me parta un rayo si esto no es un proyecto realmente precioso”.

El Algarrobico, ya lo sabemos, sigue vacío y abandonado, reconvertido en orgulloso símbolo de la contabilidad B. Y ahora, vicisitudes de la crisis, la promotora de la ciudad de vacaciones más triste y crepuscular del mundo se ha declarado en quiebra. Quién lo hubiera imaginado cuando soltaba millonadas a las cadenas de televisión para que todos los presentadores loasen sus bondades. Cuando Ane Igartiburu decía aquello de «un mundo de lujo a su alcance» y Aznar se paseaba por allí cual jubilado en inspección de obras.

Se escribe mucho de la burbuja inmobiliaria, de sus causas, de sus artífices y sus víctimas, y poco o nada de su estética. Será, supongo, por no trivializar. Pero el hecho es que las criaturas surgidas de aquellos años de oro, ésas que adornan los reportajes destinados a sacarnos los colores en la prensa internacional, son todas extraordinariamente feas.

Uno, al fin y al cabo, puede entender que el ser humano, malo por naturaleza, se corrompa y robe y decida erigir un hotel gigantesco en plena playa con el único fin de ganarse un buen mordiscos. ¿Pero por qué demonios hacerlo tan rematadamente feo? ¿Acaso la corrupción va inevitablemente asociada al mal gusto?

Echando la vista atrás, da la sensación de que la resaca postinmobiliaria que estamos viviendo sería un poco menos mareante si los concejales de urbanismo corruptos hubiesen tenido una mínima sensibilidad estética. Si hubiesen llamado a los constructores corruptos y les hubiesen dicho algo como:

-Mira, Manuel, yo te recalifico el terreno, pero esto que me has enviado es feo de cojones. Cúrratelo un poco, que promotores como tú los tengo yo a patadas.

De haber procedido los corruptos de tal manera, hoy El Algarrobico seguiría siendo un símbolo de la vergüenza nacional, sí, pero a lo mejor sería un símbolo de la vergüenza nacional con un premio Pritzker.

En vez de eso, estas edificaciones son lo que son: mastodontes de cemento sin un ángulo bueno. Es, supongo, una consecuencia del natural amor por lo feo tan enraizado en la España democrática, ese país de rótulos de Coca-Cola y correos en Comic Sans. Un país que, puesto a autodestruirse, no tuvo siquiera el detalle de hacerlo con un cierto cariño por los detalles.

Una lástima. Porque, puestos a estar jodidos, no estaría de más mirar El Algarrobico y poder decir:

-Qué panda de hijos de puta, pero, oye, qué buen gusto tuvieron.

9 comentarios

  • Se han escrito libros, se han hecho exposiciones, documentales, debates, rutas turísticas. No digas que el feísmo de la burbuja se ha tocado poco. Pero se agradece tu aportación.

  • Peor lo tenemos en el centro de alicante Alicante, donde fachadas neoclasicas conviven con edificios del boom inmobiliario de los 70′ y el de los 00′. El mediterraneo en si es un 6 y un 4.

  • A muchos arquitectos nos duele la boca de insistir en eso mismo… ¡Que malos son los joios!. El «estilo narco» con el que después los promotores se hacían sus casas Explica mucho

  • Al menos si lo hubiesen pintado de color piedra se camuflaría con el entorno cual colina aventanada.
    Sería cómo una arquitectura en B, que pasa desapercibida integrándose en su entorno…
    Ese ese blanco níveo que destroza los ojos y el alma….
    Gran artículo, cómo siempre.
    Gracias!

  • Si por algo se caracterizan la gran mayoría de edificaciones del boom inmobiliario es por ser productos cuyo único objetivo fue la venta rápida.
    Bajo esa premisa que imperaba por aquellos tiempos es lógico que no se tuvieran en cuenta criterios estéticos (y por desgracia otros más importantes como los estructurales) ya que hubieran retrasado el proceso de construcción y venta.

    Nuestro país está lleno de zonas urbanizadas que se quedaron sin edificar cuando estalló la burbuja como si fueran relojes detenidos en una explosión atómica, una vergüenza.

    Por cierto, el Pritzker no es sinónimo de buena arquitectura sino de efectismo y espectáculo, algo así como el concurso de Eurovisión para la música, lo digo con conocimiento de causa.

    Me encanta el contenido y tono de tus escritos, un saludo

  • ¿REFLEXIONES PERSONALES?
    (V.3)
    ¿Asusta la corrupción española?

    ¿La corrupción está insertada en la sociedad española, formando parte de su cultura?

    Este es un lema socio-cultural arraigado en la ciudadanía española:
    “El que no aprovecha las oportunidades que blinda la política, sus instituciones, los sectores productivos de la sociedad y el contacto diario de los ciudadanos, está haciendo el tonto”.

    Sociología de la corrupción
    El fenómeno de la corrupción universal, viene dado por el abuso de poder, público o privado, del dominante sobre el dominado, chocando frontalmente con las virtudes cívicas. Se opone a la igualdad, a la justicia, al respeto a la ley y a la solidaridad, denotando una clara falta de valores. La deteriorada educación como principio, los valores individuales y la visión sobre el acontecer en la “calle” como final, son elementos que junto a la voluntad popular, instigan a la corrupción y, consecuentemente, al deterioro de la civilidad. Los modelos de comportamiento se han transmitido de, uno en uno, de boca en boca, para terminar imponiéndose a la ética. El individualismo acaba sobreponiéndose a la solidaridad, “lo mío frente a lo nuestro”. La competitividad anula la colaboración e impone su principio de vencer al oponente “sea como sea y a consta de todo”. Utilizando la Teoría de los Juegos, “es un juego de suma cero”, o lo que es lo mismo, “un jugador se beneficia siempre a expensas de otro/s.
    Libertad e igualdad son dos virtudes que articulan la ética. Ya Montesquieu, en “el espíritu de las leyes”, se refería al amor a la igualdad y la defensa de la libertad como, “la virtud misma”, considerándoseles como las piedras angulares de la “convivencia democrática”. En las últimas décadas del siglo XX, se vio una corriente antitética a la cooperación, colaboración y lo colectivo. Este conflicto entre libertad e igualdad, competitividad y colaboración, planteado inicialmente como un debate de ideas, ha traspasado los límites de la teoría, convirtiéndose en una confrontación política-ética, eliminando la dignidad humana.
    Las posiciones antagónicas defendidas por, “John Rawls y Robert Nozick”, son un claro ejemplo de lo anterior. Para Rawls, el objetivo de la justicia es la asignación equitativa de los derechos y deberes, de los beneficios y las cargas de la vida en un esquema de cooperación. Su principio básico, “los bienes sociales, libertades y oportunidades, ingresos y riquezas y las bases de la autoestima, han de ser distribuidos de forma igualitaria, a menos que alguno de ellos redunde en una ventaja de los menos favorecidos”. La función del estado sería, recomponer la justicia, redistribuir los bienes sociales favoreciendo a los más necesitados. ¿Cómo puede hacerse?, ¡a través de los impuestos!, estos financiarían, la educación, la sanidad y la justicia, universales y gratuitas. El objetivo final es conseguir una sociedad equitativa e igualitaria. Por contra Nozick, defiende en su teoría “el carácter de desafío a la sensibilidad social, el único criterio que debe regir en la posición individual es la meritocracia. Apoya la justicia retributiva, rechaza la justicia redistributiva y no cree en la igualdad social, por lo que no apoya la intervención del estado ni la solidaridad con los demás, considerándolo como injerencia inadmisible en los derechos individuales, aceptando la intervención gubernamental solo en los aspectos de robo, violencia y fraude, es decir, el “estado mínimo”.

    Poder Legislativo
    La legislación que emana del pueblo y se dicta y promulga en las Cámaras de su representación, tiene que dotar al poder legislativo (los jueces) de una completa independencia del poder político. El ministerio de justicia sobra en un poder político, debería de ser un órgano funcionarial/administrativo dependiente del poder legislativo.
    En relación a la justicia social y su legislación, han existido y existen regulaciones legislativas en el mundo que han obligado a la ciudadanía a la denominada “desobediencia civil”. No obstante de existir legislación muy clara en muy diversas materias, por ejemplo, “las leyes que regían la República Sudafricana y consagraron el “apartheid”, ¿merecían respeto?, o lo merecían “las leyes aprobadas por el régimen nacionalsocialista en la ciudad alemana de Nüremberg contra los judíos”, han sido multitud las leyes nacionales e internacionales que han obligado, temprano o tarde, a la ciudadanía a su desobediencia. Cualquier legislación que viola los derechos fundamentales de sus ciudadanos y de su dignidad humana, “no merece respecto” y el poder legislativo tiene la misión estricta de acabar con ello. El “Estado del Derecho” es una construcción viva y activa, un resultado histórico que tiene sus raíces en la Europa de la Ilustración, y que posteriormente en el siglo XVIII, pensadores como, Denis Diderot y Jean Le Rod D’Alembert, pretendieron educar a la sociedad, porque una sociedad culta que piensa por si misma era la mejor forma de evitar el absolutismo y la dictadura. También es, una conquista de individuos y grupos sociales frente al “poder absoluto”, quien arrebata las parcelas de poder a los primeros, ignorando que las garantías, derechos y libertades forman parte de los derechos fundamentales y éticos de los seres humanos. El Estado del Derecho, supone una separación de poderes real, sin mandamientos políticos de unos sobre otros, siendo también el sometimiento de todos los poderes públicos al imperio de la ley, no la promulgación legislativa más o menos arbitraria del gobierno de turno que controla los pilares de la justicia.

    Situación actual de la corrupción española
    La apreciación cultural de corruptela, constatada e inherente en la clase política española, también lo es en la clase social española, formando parte de sus entrañas, tejiendo una telaraña entorno a la sociedad que impregna las actuaciones diarias de sus ciudadanos y creando un circulo actuarial entre políticos y sociedad, al identificarse esta con sus políticos corruptos, llegando a votar su continuidad en siguientes convocatorias electorales, cuando en cualquier país europeo “esos políticos estarían muertos para la práctica política”. A su vez, la clase política ha profesionalizado sus actuaciones, creando miles de puestos, “libre designación, oposiciones dirigidas, y posiblemente adjudicadas de antemano, consejeros, etc., o colmando de privilegios a los “lobby”, como las eléctricas, gasistas, constructoras, banca, petroleras y empresas del Ibex-35”, son los llamados “estómagos agradecidos”, que han conseguido instaurarse en el servilismo y que posteriormente recogerán los despojos políticos. Han contagiado sus actuaciones a los sistemas productivos del país, públicos y privados, funcionarial y empresarial, por lo que, el que no roba o no es corrupto “a su manera”, está perdiendo las oportunidades que le blinda el sistema.
    En la sociedad actual existe el “Homo economicus, frente al Homo eticus”, importa más lo que se tiene que lo que se es, lo accidental que lo esencial, el coche, la casa, ropa, zapatillas, el ¿qué dirán? o las impresiones que tendrán sobre mí, el denominado “marujeo”, etc., todo ello les ha dirigido hacia la sociedad de consumo y a los aspectos superfluos de la vida individual, “nada de ello podrá ser legado a los demás, morirá con nosotros”, por el contrario forma parte del germen de la corrupción.
    La sociedad pública y privada no ha fomentado las bases para eliminar la “cultura choricera”, creando una cultura diferente para la vida de sus ciudadanos, basada en los valores individuales y solidarios con los demás y entre sus diferentes pueblos.
    Uno a uno, detalle a detalle, la sociedad y su clase política, ha ido creando un círculo que se cierra con la llegada nuevamente a la clase política de más alto nivel, lo que se denomina como “corrupción programada y socio-culturalmente aceptada”.
    Aquí confluye una antropología social global, que lejos de modificarse en el tiempo, ha multiplicado sus objetivos hasta fundirse con los principios básicos de la “corrupción”, conduciendo a la sociedad hacia una lacra destructiva de su propia convivencia. El mandato del pueblo es muy lento en su aplicación, pero debemos de considerar que si la clase política, sus representantes, no son capaces de eliminar esta lacra social, la ciudadanía con su carácter de pueblo llano y siempre con mayoría sobre la clase dominante, adoptará otras decisiones que pudieran ir contra esa clase política.

    Historia de la corrupción española
    Los antecedentes histórico-culturales españoles sobre la corrupción pública y privada, vienen de muy antaño.
    Por no remontarnos a épocas remotas, iniciaremos el recorrido de la “corrupción pública”, por las llamadas “Cuentas del Gran Capitán”, expresión que quedó en el acerbo español como sinónimo de “despilfarro y corrupción”. Hacía referencia a la respuesta que Gonzalo Fernández de Córdoba, jefe militar en la campaña italiana del Rey Fernando el Católico, dio a este al ser interpelado por los gastos de la campaña, “entre picos, palas y azadones han sido 100 millones”. Las “expediciones de Hernán Cortes y Francisco Pizarro”, fueron perseguidas por la Corona, igualmente por despilfarro y corrupción. La corrupción en España estuvo identificada por la figura del “Valido”, una figura que surge con la monarquía hispánica durante el reinado de la Casa de Austria. Se trataba de un miembro de la nobleza en la que el Rey depositaba su confianza en materia de política y administración, hoy día podríamos equipararla a la figura del “Jefe del Gobierno”. Nombres como, Francisco de los Cobos, Antonio Pérez, el Duque de Lerma o el Conde-Duque de Olivares, fueron algunos de los más conocidos, todos ellos se vieron envueltos en escándalos de corrupción y acusados por excesivo enriquecimiento. Otra manifestación de la corrupción pública española fue el “caciquismo” tan arraigado en España durante siglos. A modo de ejemplo, baste citar un fenómeno endémico español, el artículo celebre del semanario satírico “Gedeón”, durante el año 1897, donde cada región española contaba con su cacique, fotografiándose la imagen del mismo sobre el mapa de España y colocando en el margen izquierdo su nombre y población.
    En cuanto a la “corrupción privada”, la “picaresca” es una de esas palabras específicas de la lengua castellana. Se refería a la actividad del pícaro, llámese Lázaro de Tormes, o Guzmán de Alfarache, el Buscón Don Pablo o Estebanillo Gonzalez, personajes cuya forma de vida se definía como “aprovechada y tramposa” y que dieron lugar a todo un género literario, “la novela picaresca”.
    De igual manera podríamos referirnos al fenómeno del “estraperlo” o al denominado como “economía sumergida”, dándose la circunstancia de que este último golpea más duramente en la comunidades autónomas más desfavorecidas.
    Parece indiscutible, que la corrupción en España, ha sido una constante en su historia, formando parte del entorno socio-cultural de los españoles. Otra pregunta sería, ¿Qué ocurre en otros países como, Francia, Alemania, Gran Bretaña o Italia?, la respuesta es clara, “allí también ha existido y existe corrupción”. ¿Cuál es la singularidad del caso español?, la respuesta está en dos aspectos, “la extensión del fenómeno y la insuficiente respuesta política, judicial y social”. Por otra parte, en España no ha existido ni existe “una educación en virtudes públicas”, el único intento para incorporarla fue la asignatura llamada “educación para la ciudadanía”, cuyo fracaso fue atribuido a la acusación realizada por la Jerarquía Católica española, que la denominó como, “vehículo de adoctrinamiento sectario”. El único interés de esta “Jerarquía” fue imponer su doctrina católica en las aulas, frente a la “civilidad”.

    Otro antecedente más cercano sobre la corrupción española está basado en el “Franquismo sociológico”, que representaba en sí mismo la “corrupción”. Aspectos que convivían con la vida pública y privada de los ciudadanos como, el enchufe, el favoritismo funcionarial, el trueque de bienes bordeando la ley, el descuento, la comisión, la falta de profesionalización, la falta de ética, la confianza exclusiva en el amigo, conocido y/o familiar, denominado “amiguismo y clientelismo”, la preferencia a la aceptación de los demás antes de ser rechazados, ignorancia hacia los conceptos públicos y solidarios, “lo mío lo cuido yo y lo público que lo cuiden otros», todos ellos y muchos más conceptos han conseguido a lo largo de los años mercantilizar la vida ciudadana española, asentándose en los principios culturales y sociales de la población e introduciendo el germen de la corrupción, “el que no percibe algo a cambio de…….…, no roba, o no es corrupto, es porque no tiene posibilidades”.
    En la cultura ética española actual existe una hipertrofia de los derechos y una atrofia de los deberes y responsabilidades. Al haber convivido muchos años en un “régimen dictatorial” en el que los derechos y libertades estaban muy limitados, se ha vivido una explosión reivindicativa de estos, un claro ejemplo es la Constitución de 1978, incorporando un catálogo extenso sobre ello. Olvidándose de los deberes y responsabilidades individuales y con la sociedad, se ha educado en la reivindicación y no en la dignidad individual y colectiva. Se ha entendido los deberes como “abstención de hacer algo”, denominados “deberes negativos”, es necesario recuperar el concepto de “deberes positivos”, es decir, los deberes en el contexto del “estado social del derecho”, o lo que es lo mismo, “aquellos, cuyos contenido es una acción de asistencia al prójimo que requiere un sacrificio trivial y cuya existencia no depende de la identidad del obligado ni de la del/los destinatario(s) , no siendo tampoco el resultado de algún tipo de relación contractual previa”.
    Encuestas españolas sobre la corrupción
    En relación con las encuestas sobre la corrupción, aunque muy diversas y cuanto más cercanas al poder político menos creíbles, ponemos un ejemplo, la realizada por el CIS en dic/2010, donde se reflejaban unos datos alarmantes, dado que el 79,2% de los ciudadanos encuestados afirmaron que “la corrupción está muy extendida entre los políticos”, un 27,3% por encima de la realizada por estos mismos en el año 2007.
    En el año 2014, los medios de comunicación indican que este mismo porcentaje supera el 85%. La Unión Europea, mediante los Eurobarómetros, opina que llega al 83%. Y, muy importante, aproximadamente un 72% no denunciaría la corrupción, porque están convencidos de que “no vale para nada la denuncia”. En el barómetro del CIS de marzo-2014, el primer problema para los españoles es el paro con un 82,3% y el segundo la corrupción con un 43%, habiendo subido esta 6 puntos desde el pasado año 2013. Las conexiones de los distintos gobiernos españoles, autonómicos y locales con el “ladrillo”, enumeran un sinfín de actuaciones urbanísticas que han favorecido al “gran capital”, constructoras, banca y empresas, mediante el acercamiento a cada uno de los ediles, concejales, diputados, etc. Los juzgados están repletos de expedientes que imputan a políticos estatales, empresarios, alcaldes y concejales, llegando a inculpar a partidos políticos. Los procesos tardarán años en aclararse, la propia justicia está dirigida desde la política, mediante el nombramiento de los componentes de los altos tribunales y la prebenda con que gozan los políticos “aforados” (solo pueden juzgarlos, con la aprobación de la Cámara y por tribunales distintos a los que juzgan al resto de ciudadanos, al igual que ocurre con los miembros de esos tribunales). Datos estadísticos recogidos del estudio de Manuel Villora (Univ.Rey D.Juan Carlos) y Fernando Jiménez (Univ. de Murcia).
    ¿Qué se puede hacer para reducir este germen de corrupción socio-cultural?
    Los primeros pasos, tendrían que llegar de mano de la clase política. Un acuerdo global de toda la clase política, modificando las bases políticas españolas, es decir, “la constitución española”, en todos sus términos, dotándola de verdaderos instrumentos solidarios y analizando el entramado político en su conjunto hasta conseguir reducir Instituciones públicas y la elevada carga de políticos electos, homogenizándola a la media mundial por habitante. La renovación de los cargos electos debería ser por mitades y no coincidentes en ninguna de sus tipologías electorales (estatal, autonómica y municipal) siempre en fechas diferentes. De igual forma, sería necesario otro análisis por ministerios, autonomías, diputaciones, concejalías, etc., etc., destinado a conseguir la homogenización en este caso, funcionarial y administrativa con la media mundial/habitante. La obligación moral del/la político/a y de su programa, pasaría por ser elegido/a en “listas abiertas” y exigiendo la ciudadanía el cumplimiento estricto de sus promesas electorales, de lo contrario él/la y su partido serían arrojados de la escena política inmediatamente, sin esperar a próximas convocatorias electorales.
    Los segundos pasos, supondrían la instauración de nueva “legislación social”, donde “el que la joda, la pague siempre”, dotando a los poderes legislativos “no dominados por la clase política” siendo completamente independientes y profesionales, y donde la detección de algún miembro sujeto a los ideales de un partido político sería justificación suficiente para su eliminación de este poder. Dado que se trataría de un poder judicial independiente, tendrían que depurarse sus componentes actuales con limpieza democrática.
    Sin entrar en más detalles legislativos, cuando la primera deriva de la corrupción es la “vulneración del principio de legalidad”, cuando en la calle existe un clamor social de “no nos representan”, algo existe en esa “Constitución” que tiene que ser modificado.
    Por último, llegaríamos a la modificación cultural que supone la “educación y sus enseñanzas” desde la “primaria hasta el grado”, dotándola de clara temática socio-cultural encaminada a la sustitución cultural de los males endémicos anteriormente mencionados, basada en los valores individuales y en la solidaridad.

    Recuperar la “civilidad”, es esencial y pasa por un contexto educativo global. Cuando en las conversaciones emanan los gritos, la intolerancia, el desasosiego, cuando no existe respeto mutuo, la descalificación impera por doquier, todo ello ocurre hoy en los debates de los ciudadanos en la “calle” y en los debates de la “clase política” en sus diversos hemiciclos. Globalizadamente y en general, significa que se han perdido las formas y que las relaciones interpersonales han desaparecido, teniendo que recuperarse por vía de la enseñanza de la “educación”.

    EXPERIENCIA AMERICANA DE CAMBIO SOCIAL FRENTE A LA CORRUPCIÓN
    La experiencia en la corrupción y en la legislación de otros países resulta ilustrativa. Por ejemplo, entre finales del siglo XIX y principios del XX muchas ciudades de Estados Unidos presentaban unos niveles de politización y corrupción tan estratosféricos como los reflejados en la película “Gangs of New York”, donde el gobierno de la ciudad aparece capturado por redes clientelares e incluso criminales. Varios años después, la extensa politización de las administraciones públicas y, de su mano, la corrupción, descendió de forma drástica gracias a reformas institucionales como la sustitución del tipo de gobierno strong-mayor (este es el tipo de gobierno local dominante en España, en el cual un solo cargo electo, el alcalde y su mayoría de gobierno, acumula mucho poder. Este sistema llega hasta la más alta esfera de gobierno autonómico y estatal español) por el denominado city-manager. En esta nueva forma de gobierno, los cargos electos retienen la capacidad legislativa, pero el poder ejecutivo pasa a manos de un directivo profesional nombrado por una mayoría cualificada de concejales y por un periodo de tiempo no coincidente con el ciclo electoral, reduciendo así el grado de dependencia política. Los cambios se iniciaron en la política local, llegando y abarcando la política global del país. Aunque la cultura americana no es el mejor ejemplo para nuestra sociedad, sí que lo fue la eliminación de este fenómeno de corrupción, costó años conseguirlo, pero se minimizó la corrupción aberrante que, igualmente llegó a dominar el panorama cultural de los ciudadanos.

    ¡LA CORRUPCIÓN ESPAÑOLA ASUSTA, SIENDO NECESARIAS ACTUACIONES URGENTES!
    El fenómeno de la corrupción española no tiene su preocupación máxima en su extensión global y generalizada, ¡que lo tiene!, más bien está centrado en la “indiferencia ética que el fenómeno representa para los españoles”.
    La corrupción es una de las circunstancias por las que cae el “bipartidismo español”, acentuándose otras opciones políticas que estaban ausentes en el panorama político español en pasadas convocatorias electorales.

    Ya Ortega y Gasset, decía:

    “hay que inyectar en nuestra raza la moralidad social, es la cuestión moral española”

    NOTA:
    Este documento forma parte de diversas REFLEXIONES personales de varios españoles acerca de la corrupción española, entre las que sobresale el artículo de Jose Luis del Hierro, Prof. Emérito de la UCM, habiendo sido todas ellas recopiladas en este documento. Por otra parte, este documento es ABIERTO, y al que pueden añadirse otras tantas opiniones encaminadas a ilustrar el fenómeno socio-cultural español sobre la “corrupción”.
    Aquí se intenta representar, “donde estamos” y “como lo cambiamos”.
    Cuanto más tardemos en comenzar los cambios sociales, peor estaremos y más tiempo nos costará abordar los cambios estructurales para erradicar en España la cultura del “pelotazo y la corrupción socio-cultural de los españoles y sus políticos”.

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