Guía docente para septiembre

El curso 20-21 supone un reto para los educadores y las educadoras. A nuestra misión de formar ciudadanos críticos se suma la responsabilidad de evitar que la civilización colapse por nuestra culpa.

Aunque parece una labor compleja, nos lo debemos tomar como un desafío, no como un contratiempo. La clave está en desaprender, librarnos de los viejos hábitos y, en definitiva, reinventar la escuela.

Para empezar, tenemos que quitarnos la presión de encima. Debemos pensar que, si la humanidad se extingue, pues, oye, se extingue. En este sentido, es importante ser realista, porque un optimismo exacerbado solo nos llevará a la melancolía. No te encariñes mucho con los niños, menos aún con sus abuelos. Cada mañana, al entrar en el aula, susurra para ti: memento mori. Si es necesario, tatúatelo en el antebrazo.

Debes dejar de pensar en los niños como pequeñas esponjitas de conocimiento y empezar a verlos como lo que son: supertransmisores asintomáticos portadores de muerte. No te acerques a ellos, no los toques, no te pongas en la trayectorias de sus escupitajos ni de sus estornudos. Te recomendamos que adquieras un palo de metro y medio (puedes encontrarlo en Amazon y en el campo) para asegurarte de que ningún niño invade tu espacio de seguridad personal.


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