Cinco obras que habría que prohibir inmediatamente

Don Quijote de la Mancha

Cervantes aprovechó sus años en prisión (recordemos que era un estafador) para redactar esta oda a la gerontofobia y a la misoginia.

A través de su protagonista, el autor se burla de los enfermos mentales, aumentando así el estigma que todavía hoy pesa sobre ellos (en parte, por culpa de esta novela).

El rol femenino es encarnado por el personaje de Dulcinea del Toboso, que ni siquiera aparece en el libro. Si la conocemos, es solo porque el protagonista (varón, blanco y heterosexual) se pasa toda la obra cosificándola con continuas alusiones a su belleza física. Al parecer, Cervantes no encontró espacio, en setecientas páginas, para dar voz a la mujer.

Moby Dick

Tras leer este tocho, no queda claro si Herman Melvile odiaba más a los negros o a las ballenas (especie, no lo olvidemos, en peligro de extinción). Sea como sea, ambos quedan por debajo del blanco heteronormativo, narrador del relato y, por tanto, punto de vista.

El autor nos presenta los personajes desde una perspectiva racializada, llegando incluso a referirse a «el negro», a quien se describe como un salvaje irracional. Por supuesto, muere al final.

A lo largo de la obra existen, además, numerosas burlas que tienen como objeto a las personas con capacidades diferentes (el protagonista carece de una pierna, lo cual a Melvile le resultaba muy gracioso).

Cien años de soledad

En los años sesenta, Gabriel García Márquez alcanzó la gloria literaria con el más largo chiste de gitanos jamás escrito.

Si bien reírse de los pobres ya era un subgénero literario, el colombiano aportó una radical innovación al burlarse de varias generaciones de pobres al mismo tiempo. Este recurso llevó la aporofobia a tal grado de sofisticación que el jurado de la Academia Sueca no pudo por menos que darle un Nobel. ¡Jamás se habían reído de tantos pobres en un orden tan creativo!

No contento con esto, Márquez encuentra hueco para glorificar la violencia sexual hasta el punto de que no queda varón en la novela que no abuse de alguna prima.

Romeo y Julieta

William Shakespeare, máximo exponente del colonialismo machirulo y del insularismo testicular, se quitó la careta para contarnos esta historia de ultraje y cosificación de una menor de edad que, además, trivializa el suicidio.

La obra traza una alegoría del amor romántico, constructo cultural básico de la sociedad heteropatriarcal con el que, durante siglos, se ha justificado la dominación de la mujer.

Esta aberrante basura falocrática busca perpetuar el mito del príncipe azul, símbolo opresor por excelencia que concibe a la mujer como un mero apéndice del hombre. La cultura de la violación en cinco actos.

El Nuevo Testamento

Este aberrante libelo protagonizado por un prestidigitador con un trastorno de personalidad narcisista fue publicado con el único propósito de hacer escarnio del pueblo judío. Sus dislates, sin embargo, van mucho más allá.

No es un secreto que la representatividad en esta obra brilla por su ausencia. Para los autores, no existen gays, ni lesbianas, ni personas que no encajen con su realidad cisgénero. Es más, tras su lectura detenida, uno diría que el mundo está habitado exclusivamente por pescadores heterosexuales con barba.

A tal punto llega el descaro misógino de esta novela que el protagonista nace de una madre virgen (¡!) que ni habla ni vuelve a tener relevancia alguna hasta que, muerto su hijo, la encontramos llorando a sus pies. ¿Acaso la Virgen no trabajaba? ¿Acaso no quedaba con sus amigas? ¿Pretenden hacernos creer que esa mujer se pasó 33 malditos años sentada en su casa?

2 comentarios

  • […] Cinco obras que habría que prohibir inmediatamente: “Cervantes aprovechó sus años en prisión (recordemos que era un estafador) para redactar esta oda a la gerontofobia y a la misoginia. A través de su protagonista, el autor se burla de los enfermos mentales, aumentando así el estigma que todavía hoy pesa sobre ellos (en parte, por culpa de esta novela). El rol femenino es encarnado por el personaje de Dulcinea del Toboso, que ni siquiera aparece en el libro.” […]

  • […] Cinco obras que tienen que prohibir inmediatamente : “Cervantes aprovecharon sus años en prisión (registramos que generación un estafador) para redactar esta oda a la gerontofobia ya la misoginia. A través de su protagonista, el autor se burla de los enfermos mentales, así como el estigma que todavía hoy pesa sobre ellos (en parte, por culpa de esta novela). El rol femenino es encarnado por el personaje de Dulcinea del Toboso, que ni siquiera aparece en el libro “. […]