Entrevista exclusiva a Grande-Marlaska

El ministro del Interior me cita en un showroom del barrio de Salamanca. La entrevista se realiza mientras paseamos por los restos de temporada. En la calle, medio centenar de patriotas aporrean unas cacerolas que regaló e BBVA hace dos años por abrir un plan de jubilación.

Ministro, gracias por recibirme.

No pierdas el tiempo con formalismos, España me necesita.

Pero si está mirando ropa…

La ropa también es España. ¿Sabes el dinero que mueve este sector? Eso por no hablar de las implicaciones antropológicas. Donde tú ves tela cosida, yo veo civilización. Sin ropa seríamos indistinguibles de los animales. Claro que algunos también lo son con ropa, especialmente los independentistas. Esta camisa, ¿sí o no?

Sí o no, ¿qué?

No eres muy espabilado, ¿verdad, hijo? Por tu físico, es evidente que desciendes de una prole de campesinos. Apuesto a que tu madre se pasó quince años comiendo patatas para poder mandarte a la universidad. Y mírate ahora. Más le hubiese valido abortar y comer bien. Espero que no te tomes mi observación como algo personal.

No, ministro, en absoluto. Pero centrémonos, si le parece, en la actualidad.

Bien, dispara. Metafóricamente, quiero decir. Si sacas un arma, te destruyo. Yo acabé con ETA, que no se te olvide ni por un segundo.

Sí, eh… A ver. Usted tiene un enfrentamiento abierto con la Guardia Civil.

No es verdad. Sigue propagando bulos y la próxima vez que veas el sol tendrás que lleva un pañal para no cagarte en los pantalones. ¿Sabes lo que le hacen a tipos como tú en la cárcel, hijo? Usan su líquido cefalorraquídeo como lubricante para poder practicar el coito con los muebles sin llagarse los genitales. ¿Es eso lo que quieres, convertirte en el Durex Play de un narcotraficante?

No, señor.

Entonces será mejor que afines tus preguntas, hijo. Esa camisa, la de ahí, ¿te gusta?

¿La morada?

¡Es lavanda, por el amor de Dios! ¿Qué coño te pasa? ¿Eres daltónico o solo buscas reafirmar tu heterosexualidad mostrándote incapaz de diferenciar los colores fríos? ¿Esa es tu manera de dejar claro al mundo que eres un machote, estando por encima del espectro cromático?

No, señor, yo solo…

¡Jesucristo bendito! ¿Puedes decirme de una maldita vez si te gusta esa camisa?

Yo… Eh… Creo que conjunta con sus ojos, ministro.

Respuesta correcta. Dispara.

Bien, esto… Usted ha destituido a dos altos cargos de la Guardia Civil por pérdida de confianza. Otro ha dimitido. ¿Cuál es su… eh… análisis?

Te seré sincero. Si por mí fuera, despediría a España entera y la sustituiría por ingleses del centro de Londres. Lamentablemente, eso excede mis competencias. Al menos, por ahora. Tengo que cargar con España sobre mis hombros, y créeme que no es fácil. A veces me siento como si estuviese intentando descubrir la teoría física unificada en un campamento de verano de niños disfuncionales. No es una sensación agradable, y créeme si te digo que lo siento dos o tres veces cada día.

Bien, pero no me ha respondido. ¿Por qué ha echado a esos dos altos cargos de la Guardia Civil?

Por listos.

¿Por listos? ¿Eso es… malo?

Eso es terrible. De hecho, es lo peor que le puede pasar a nuestra democracia. Si quisiéramos guardias civiles que pensaran, les pediríamos algo más que la secundaria, ¿no te parece? Para ser guardia civil vale con que sepas escribir tu propio nombre y midas más de metro sesenta. Y lo del nombre puede apañarse.

¿Pero no cree que quizás no haya sido el mejor momento para tomar esas decisiones?

Mira, hijo, hay dos clases de personas. Están los que critican y se inventan hashtags y montan concentraciones como esa de ahí fuera. Y estamos los que modelamos la realidad con nuestras decisiones. Yo chasqueo los dedos y cambio este país, ¿entiendes? Luego llegan los de El Mundo y los de El País y lloriquean, pero tampoco muy alto porque, ¿sabes qué?, si vuelvo a chasquear los dedos se quedarán sin periódico y, antes de que se den cuenta, estarán escribiendo columnas de opinión con sus propias heces en un centro para personas sin hogar.

Pero eso no suena muy… democrático.

¡Oh, vaya, parece que he ofendido al señor Democracias! Tú eres de los que, en el 38, le habría regalado flores a Hitler, ¿eh? ¿Quiere Austria, Herr Führer? ¡No me parece bien, intentaré convencerle de que no lo haga poniéndole Ismael Serrano! ¡No a la guerra! ¡No a la policía! ¡No a la maldita justicia! ¡Si fuera por gente como tú, esta entrevista estaría siendo en alemán! Esta corbata, ¿qué?

Es… es preciosa, ministro.

¿Seguro? ¿No me hace papada? Dime la verdad o acabaré con tu carrera y la de toda tu familia.

Yo… Esto… Un poco, señor.

¡Maldita sea! ¡Lo sabía, me ha salido papada de tanto miraros hacia abajo! ¡Largo, déjame solo!

Como mande, ministro. Gracias por su tiempo.

Santo Dios, qué solo se está aquí arriba…