ABASCAL (43 años) cruza apresuradamente un pasillo. Suda, está acalorado. Se detiene frente a un despacho y entra sin llamar. Dentro está ESPINOSA (49 años). Tiene los pies sobre el escritorio y lee distraídamente un ejemplar de Jara y Sedal.
ESPINOSA (sin mirarle):
¿En el PP no te enseñaron a llamar a la puerta, muchacho?
ABASCAL:
Perdona, Iván, pero es que… ¿Viste los Goya?
ESPINOSA lanza la revista sobre escritorio y mira a ABASCAL de hito en hito.
ESPINOSA:
¿Te parezco un comunista? ¿Es eso? ¿Tengo pinta de querer nacionalizar Iberdrola?
ABASCAL:
¡No quería decir eso, perdóname, Iván! Pero es que hablaron de nosotros con indirectas. ¡Nos odian!
ESPINOSA retira los pies del escritorio y abre un cajón. Saca una botella de brandy y dos copas. Empieza a llenarlas.
ESPINOSA:
Deja de sudar o provocarás un cortocircuito en el suelo radiante. No es muy fiable, lo montó mi mujer.
ABASCAL (paseando nervioso por el despacho):
¡Solo ganaron películas de maricas y de republicanos, Iván! ¡Hasta la de dibujos era de rojos! ¿Qué van a ver nuestros niños, eh? ¡Tenemos que prohibir el cine!
ESPINOSA:
Eso no tiene ningún sentido, Santi, muchacho.
ABASCAL:
¿No?
ESPINOSA (ofreciéndole una copa):
Ten, echa un trago. Te ayudará a pensar.
ABASCAL (coge la copa):
Gracias. Sabes que a veces me cuesta entender las cosas.
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