Paradoja inédita de Zenón

El pasado 6 de noviembre, un grupo de arqueólogos italianos halló un fragmento de papiro en el Valle de Amari (Creta). Se trata de un texto hasta ahora inédito de Zenón de Elea que, según la datación, fue escrito entre el 440 y el 430 antes de Cristo, poco antes de la muerte del genial filósofo.

El texto, cuyo esquivo significado divide a los expertos, tiene como protagonista a Aquiles. Zenón recupera así al protagonista de su más célebre paradoja, aquella en que el guerrero heleno desafiaba a un carrera a una tortuga pero, por más que corría, jamás daba alcance al animal.

Incluimos aquí el relato íntegro por primera vez en español:

¡Al final, oh, dioses, Aquiles dejó de correr! Llevaba 32 años trotando sin descanso, media vida para nuestro héroe, pero apenas un parpadeo para la tortuga. Se tomó un momento para recuperar el aliento y luego dio una patada a aquel ridículo bicho, acabando de inmediato con su vida.

Los días que siguieron anduvo Aquiles melancólico y lloroso. ¡Él, que había dado muerte a miles de enemigos en la guerra de Troya, derrotado por un vulgar galápago! Buscó refugio en los brazos de mujeres, pero solo encontró angustia, ya que su derrota había corrido como la pólvora por toda Grecia. Las prostitutas susurraban entre ellas, y Aquiles sabía que hablaban de su estúpido incidente con la tortuga.

Avergonzado, contactó con un amigo, antiguo esclavo, que decía aliviar los pesares del espíritu con una novedosa técnica. Este lo recibió en su casa, lo invitó a tumbarse en un kline (nota del traductor: mueble griego similar al diván) y, sin más, dejó que se explayase.

¡Oh, cuántas verdades se derramaron entonces por la boca del bravo héroe! Habló de su padre, que le violó repetidamente hasta cumplidos los 27, y narró cómo, a partir de entonces, fue él quien violó a su progenitor hasta su muerte por ingesta de cicuta en buen estado. Habló de su madre, tan inculta que declinaba todo mal y uno nunca sabía si iba para el rosal o si venía. Mencionó a los miles de muertos cuya sangre había derramado y se preguntó con cuántos de ellos podría haberse ido de oscoforias (peculiar rito griego por el cual un grupo de efebos se vestían de mujer y bebían vino en honor a Dionisio de donde nace la expresión “lo que pasa es oscoforias se queda en oscoforias”).

El amigo, oyendo todo esto, reveló a Aquiles el motivo real de su funesta dolencia: en el fondo, él no deseaba ser guerrero. De los ojos de Aquiles brotaron dos Cefisos (río de Atenas) ante la sincera revelación que el otro le brindaba.

¡Es cierto!, clamó un Aquiles por fin liberado, ¡lo que yo siempre he querido es ser hilandero! Dicho lo cual, fue y montó un pequeño taller de túnicas bordadas con motivos primaverales que no tardaron en ser tendencia por toda Grecia a pesar de que aquella temporada se llevaba lo otoñal.

En sus últimos años, Aquiles comprendió que, a veces, el negocio minorista puede hacer más feliz a un hombre que el asesinato indiscriminado. Con todo, jamás volvió a acercarse a una tortuga ni tampoco las tortugas se acercaron a él.