FRAGMENTOS DE LAS MEMORIAS DE MARIANO RAJOY

A finales de año, Mariano Rajoy publicará un libro que condensa sus memorias al frente del ejecutivo. Este blog ha tenido acceso a algunos fragmentos que publicamos aquí en rigurosa exclusiva.

“Muchos me preguntan cómo definiría mi estrategia política. Yo, la verdad, no creo que la tuviese. Simplemente me sentaba y esperaba a que pasaran cosas. ¿Y sabe qué? Siempre pasaba algo. Una vez estaba viendo un Madrid-Barça cuando, de pronto, me dicen: “tenemos un caso de ébola en el hospital Carlos III”. ¿Sabe qué hice? Lavarme las manos. Los presidentes estrechamos muchas manos al día, cualquier precaución es poca. Y ya está, no hice nada más. Bueno, pues el ébola se fue. Y donde digo ébola, digo conflicto catalán o lo que usted quiera”.

“No soy muy de leer, es cierto, pero no lo veo como una limitación. Al contrario. Siempre he pensado que un gobernante debe asemejarse al pueblo que gobierna. Y España, todos los sabemos, no es un país de lectores. Por mi experiencia sé que los gobernantes con muchas lecturas son los peores. Confunden la teoría con la realidad y acaban despreciando a la ciudadanía menos cultivada. A mí eso nunca me pasó porque me cuidé muy mucho de que no entrase un solo libro en la Moncloa”.

“Los escándalos de corrupción me afectaron enormemente a nivel personal. Yo nunca he robado un euro, pero la justicia ha demostrado que gente cercana, personas a las que consideraba amigas, sí lo hacían. De modo que, más allá de las cuestiones éticas, la pregunta que me hago es: ¿por qué nunca me ofrecieron nada? Y la respuesta inevitable es que tal vez no eran tan buenos amigos después de todo”.

“La ley de seguridad ciudadana se diseñó para impedir que cualquier chisgarabís fuese por ahí diciendo tonterías. A mí me parece muy bien que se piensen tonterías, yo mismo lo hago con cierta frecuencia. En una democracia uno puede pensar lo que quiera, faltaría más, pero otra cosa muy distinta es decirlo en voz alta. Figúrese usted si todos dijésemos lo primero que se nos pasa por la cabeza. Sería un auténtico embrollo”.

“Estoy convencido de que hicimos lo correcto en Cataluña. A mí me dijeron: “presidente, van a votar”. Y yo dije: “pegadles flojo”. Pude decir muchas cosas: mandad al ejército, suspended la autonomía, detenedlos a todos… Era el presidente, y el presidente puede decir esas cosas. Pero opté por que les pegaran flojo porque es lo que hacemos en Europa. De hecho, incidí en la necesidad de ser proporcional. Es decir: si el sujeto era joven y vigoroso, porrazo más fuerte. Si era una viejecita, empujón. Es cierto que justo detrás de algunas viejecitas había escaleras y, por tanto, las ancianas rodaron desafortunadamente para abajo. Pero la responsabilidad de eso habría que pedírsela a los arquitectos, no a la policía y mucho menos al presidente del Gobierno”.

“Cuando comprendí que la moción de censura saldría adelante, me invadieron recuerdos de Pontevedra, mi casa, mi familia… Y, de pronto, solo podía pensar en comerme un pulpo con cachelos. Se lo dije a mi equipo de confianza, que rápidamente buscó un bar por allí cerca. Decidí acompañarlo con unas botellas de ribeiro porque la cosa fue más larga de lo previsto. Serían dos o tres. Cuatro a lo sumo. Si le digo la verdad, no recuerdo gran cosa de esa noche. Sí le puedo decir que al despertarme, mi mujer me dijo “ya no eres presidente”. Y yo le respondí: “pues nada, a otra cosa”.