Diferencias básicas entre franquistas y nostálgicos

Algunos medios de comunicación están presentando ciertas dificultades léxicas a la hora de definir a las personas que se concentran en nuestras calles portando banderas preconstitucionales y gritando Viva Franco. Sería ridículo pensar que se busca así blanquear la imagen del fascismo, y más ridículo sería asociarlo al hecho de que algunos de estos medios pertenecen a conglomerados empresariales cuyos dueños levantaron sus imperios al abrigo del franquismo.

Considerémoslo, por tanto, un desafortunado desliz recurrente.

En este artículo, de propósito divulgativo, buscamos aclarar varios conceptos que, a pesar de tener significados diferentes, tienden a usarse de manera indistinta.

Nostálgico

Persona que siente pena o melancolía ante una ausencia. La nostalgia es un estado mental que, si bien cualquiera puede experimentar, se desarrolla con especial intensidad a partir de los 40 años y se convierte en un trastorno común en torno a los 60. El nostálgico crónico es fácilmente identificable por repetir con vehemencia proposiciones infalsables del tipo: «ya no se hacen canciones como las de Marisol» o «las manzanas ya no saben a nada».

En los casos más graves, los afectados pueden llegar a sufrir nostalgia de épocas que ni siquiera vivieron, como el pleistoceno o el paleozoico carbonífero. Los medios de comunicación suelen denominar a estas personas “conservadores moderados”.

Preconstitucional

Esta eufónica construcción léxica aplica el prefijo “pre”, que indica anterioridad, a la palabra “constitucional”, referida aquí a la Constitución española del 78.

Es preconstitucional, por tanto, cualquier acontecimiento, persona u objeto previo a 1978 tales como la penicilina, la escritura o el sexo anal. En este sentido, podemos decir sin miedo a equivocarnos que “el sexo anal es preconstitucional”, si bien eso podría generar cierta confusión, particularmente entre la comunidad gay.

Mitómano

Se dice de aquel que idolatra a uno o varios personajes famosos amplificando sus virtudes y obviando sus defectos. Suelen ser personas más o menos desequilibradas, aunque no necesariamente de derechas. Véase, por ejemplo, al nutrido colectivo mitómano-progresista que colecciona merchandising relativo al Che Guevara como camisetas, pósteres, banderas, etc.

La mitomanía puede considerarse un trastorno grave en caso de que el afectado empiece a imitar las conductas del sujeto idolatrado. La literatura clínica recoge, como uno de los casos más citados, el episodio en que Jose María Aznar, después de visitar a George W. Bush, empezó a hablar con un acento sumamente extraño sin que nadie supiese muy bien por qué.

Franquista

Dícese de aquel mitómano que añora nostálgicamente el régimen preconstitucional que, durante más de treinta años, lideró el dictador Francisco Franco. Como cualquier mitómano, el franquista proyecta el vacío de su vida en la idolatría por un personaje público, con el matiz de que un franquista, además, quiere que te mueras.

Conviene aclarar que estas personas no son preconstitucionalistas estrictos, ya que no están en contra de todo lo que ha llegado después del 78, como demuestra el hecho de que la gran mayoría tenga whatsapp.

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