La dudosa ética del tiro en la nuca

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Anuncia EH Bildu el inicio de una «reflexión crítica» sobre «las decisiones adoptadas en el pasado respecto al uso de la violencia». Será, no cabe duda, un proceso peliagudo. Son muchos años de silencios cómplices, burlas y amenazas como para apañárselas ahora con una pizarra Vileda y un rotulador de punta gorda. Tampoco me consta la existencia de metodologías preexistentes, tipo «Los 7 pasos para saber si matar gente está bien», de modo que tendrán que desarrollar su propio sistema.

Para empezar, deberán decidir si apuestan por una aproximación cronológica o temática. Quizá la segunda opción sea más operativa. El mes del tiro en la nuca. El mes del secuestro. El del impuesto revolucionario. El del GAL. El de las torturas. Que una comisión de abertzales, elegidos por los líderes de Bildu, se reúna en un lugar apartado, y piense y repiense sobre aquello de matar, extorsionar, torturar y secuestrar, y sobre las actitudes de sus representados al respecto a lo largo de los últimos treinta años. ¿Hicimos bien guardando silencio cada vez que a alguien le volaban la cabeza? ¿Es ética tal conducta o acepta matices?

De vez en cuando, una o dos veces al día, alguien se pondrá en pie de un salto y gritará «¡demagogia!» y exclamara, enfervorecido, que víctimas hay en los dos bandos, me cago en Dios y en la Virgen. Cuando eso pase, no quedará más remedio que interrumpir la reflexión, servirse unos zuritos y charlar un rato de cualquier otra cosa, el tiempo o el Athletic, hasta que los ánimos se templen de nuevo.

Quizá, para facilitar el proceso, debería Bildu montar un equipo multidisciplinar que haga posible un análisis holístico del asunto. El secuestro (por ejemplo) visto desde distintas perspectivas: la biológica, la psiquiátrica, la económica, la medioambiental. Que cada experto en lo suyo desarrolle una breve ponencia sobre el fenómeno en cuestión, de no más de 20 minutos porque, dicen, la atención se diluye. De esta manera, el comité ético tendrá herramientas para juzgar cada fenómeno violento en tanto en cuanto sistema complejo, y no caerá en la trampa simplista de quienes condenan cualquier violencia solo por serlo, sin detenerse en los detalles.

Acabado el proceso reflexivo, se votará, a mano alzada, si la actitud de la izquierda abertzale estuvo o no sujeta a ética en cada uno de los bloques temáticos. ¿Hicimos bien organizando pasacalles para los asesinos y regalándoles arreglos florales? Votos a favor. Votos en contra. Abstenciones. Tendrán que decidir, eso sí, con qué porcentaje dejan los afectados de conciliar el sueño por la noche. ¿Bastará con que la mitad más uno considere deleznable su conducta o sería más adecuado el 70 o el 80%?

Son muchas preguntas, y ninguna sencilla. La izquierda abertzale, es evidente, tiene un largo y complicado camino por delante. Esperemos que no tarden otros treinta años en recorrerlo.