Anomalías cuánticas, Mariló Montero y la Guardia Civil

Foto: rtve.es

Las anomalías cuánticas están infravaloradas. La prueba de ello es que nadie las menciona como una causa factible de los sucesos ordinarios. Salvo Iker Jiménez. Es el único que las tiene en cuenta. Hace unas semanas, sin ir más lejos, las mencionó como una posible (aunque improbable) explicación de la desaparición del vuelo MH370.

Pero Iker es la excepción. En general, los periodistas se aferran al terreno de la lógica, de lo plausible, aunque esa actitud no les sirva en absoluto para comprender la realidad. Ya no.

Lo del avión desaparecido es raro, sí, pero no es lo más raro que hemos leído últimamente. Hace un mes nos enterábamos de que la Guardia Civil pagó las dietas a varios agentes que se fueron de excursión a Lourdes. O sea, que se las pagamos nosotros. Y ni siquiera nos han explicado el motivo o motivos de la peregrinación: cojera, conjuntivitis, infección de orina… En esos cuarteles uno puede pillar cualquier cosa, supongo. Bien pensado, quizá sea mejor mantenerlo en secreto.

Que la benemérita se marche a Francia en busca de milagros, estaremos de acuerdo, no dice nada bueno de nuestra sanidad pública. Y es muy feo, además, que no tuvieran el detalle de pedir el milagro en la patria que han jurado defender. Por vírgenes no será, no hay más que asomarse estos días a la ventana.

Claro que hay formas peores de gastar el dinero público. En Mariló Montero, por ejemplo. La gran diva de las mañanas sigue empeñada en convertirse en el icono del fracaso educativo español. Si no le retiran el programa pronto, el próximo informe PISA acabará llevando su cara en portada.

Tras echar por tierra toda la cultura occidental desde la Revolución Francesa al sugerir que uno puede perder el alma durante un transplante, Montero ha redoblado su apuesta por el absurdo demandando a El Mundo Today porque, dice, la ridiculizan. Esto, en sí mismo, podría ser un titular de El Mundo Today, pero no, es de El País. Está todo muy confuso últimamente.

Menos mal que en España la división de poderes funciona divinamente: están los que lo tienen y los que no. Así las cosas y visto lo visto, a nadie le extrañará si Montero gana el juicio contra los humoristas y Gallardón tiene que indultarlos luego (suponiendo que se pueda indultar a alguien que no haya matado ni estafado).

Pero el gran trofeo de la paranormalidad nacional no se lo lleva Montero, a pesar de sus denodados esfuerzos, sino Jorge Fernández, ministro de interiores. Como buen representante de un Estado aconfesional, Fernández ha resuelto entregar la Medalla de Oro al Mérito Policial a una cofradía llamada Nuestra Señora María Santísima del Amor, un nombre que, de puro hiperbólico, le hace a uno sospechar si no serán ateos camuflados.

Al repasar la hoja de servicios de la cofradía en cuestión, queda bastante claro que no estamos ante la Patrulla X precisamente. No han detenido jamás a un criminal ni han desarticulado banda de narcotraficantes alguna. Sus méritos, según el Ministerio, son «la dedicación, el desvelo, la solidaridad y el sacrificio». Si eso no merece una Medalla de Oro al Mérito Policial que baje Dios (o Nuestra Señora María Santísima, por alusiones) y lo vea.

Y a pesar de que nuestro dinero público financia viajes a Lourdes y vivas a la Virgen, a pesar de que Mariló Montero sigue desafiando a Darwin cada mañana y a pesar de que un avión desaparece sin dejar rastro en pleno siglo XXI, nadie, pero nadie se atreve a sugerir que todo esto puede deberse a una anomalía cuántica. Qué solos estamos, Iker.

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