Paren las rotativas,

que tenemos una niña muerta. Súbelo a portada, mete una foto, una grande, con mucho color, muy saturada, que se vea a la madre, al padre, cabizbajos, aturdidos, ¿tienes una llorando? ¿No? Oh, venga, seguro que sí, búscala, tengo tiempo.

Que sea horizontal, ¿eh?, necesitamos que quede compensada con el banner del corte inglés. Es importante que la mirada de la modelo escuálida se encuentre con la mirada de la madre destrozada, que se genere una línea, un eje que lleve la mirada del lector desde el dolor de la madre hasta el anuncio.

No me mires así, no me lo estoy inventado, todo eso está estudiadísimo. Anda que no hay gente devanándose los sesos para saber dónde poner a la modelo y dónde a la muerta para que una cosa te lleve a la otra y, ¡zas!, compra impulsiva. ¿Acaso te crees que la gente hace clic porque sí, que lee una noticia y dice, ah, mira, el corte inglés, voy a comprarme una camisa? Pues no, hay mucho trabajo detrás, mucho estudio y mucha tabla y mucha foto bien elegida para que el capitalismo siga funcionando.

Es un asunto bastante complejo, claro, estoy simplificando, incluso hay un Pulitzer que habla del tema, lo leí hace años. El libro habla, más o menos, que tampoco te creas que me acuerdo muy bien, de lo que hacemos las personas, los humanos, tú y yo, vaya, para negar la muerte. Y, claro, lo que hacemos es todo, todas esas cosas que llamamos vida, nuestro día a día, nuestra carrera y nuestra familia y nuestras aventuras. Todo eso, dice el libro, son coartadas o como quieras llamarlo para olvidar que estamos en proceso de muerte.

Tú ves ahí el cadáver de la niña o a la madre llorosa o al padre destrozado y algo en tu interior te dice: te mueres, Juan Carlos, o Ana, o como te llames. ¡Que te mueres, coño! No hoy, por supuesto, ya me entiendes, te mueres mañana o cuando sea, dentro diez años, cuarenta, qué sé yo, depende de si fumas y de tus arterias y de los genes que te han tocado. Pero te mueres, eso no te lo quita nadie.

La gente cree que el marketing es todo petardeo, el mundo de la noche, modelos y cocaína y dónde poner el Actimel en el supermercado para que las madres lo tengan a la altura de la mano, sin mucho agacharse ni mucho estirarse. Pero el marketing es más, muchísimo más que eso. Por ejemplo, mira, marketing es saber cómo piensan las masas, los seres humanos, como piensa el imbécil de tu cuñado y el bombón de la panadería, qué se les mueve dentro cuando se les mueve algo y por qué. Es saber qué coño piensa esa gente que no eres tú, a Dios gracias, y por qué carajo les da por comprarse un pantalón cuando ya tienen tres o cuatro pantalones más de los que necesitan. Es filosofía.

El marketing, te lo digo yo, es el libro de instrucciones del mundo en que vivimos.

El manual.

¿Seguro que no tienes una foto de la madre llorando? Mira bien, no tengo prisa, puedo esperar un rato más, me gusta hablar contigo, lo importante es que la foto pique, ¿sabes lo que digo?, que algo te arda dentro cuando la mires, que el lector diga ay, que se le retuerza un poco el bajo vientre, no mucho, no queremos que sienta asco y se marche al Marca o a mirar porno o a ver un gato en YouTube. Queremos que se quede en la página, mirando la foto y la noticia, la noticia y la foto, pensando ¿víctima o verdugo?, que se le nuble un poco el conocimiento con tanto dolor tan bien encuadrado y tan pulcramente redactado y, de pronto, ¡zas! Allá que ve el banner del corte inglés, y una cosa lleva a la otra, porque le atrapas con las defensas bajas, le coges sentimental, vulnerable y, voilà, todos ganamos dinero.

¡La negación de la muerte!, así se llamaba el libro del Pulitzer. Buenísimo, de verdad, muy deprimente, ya te puedes figurar con ese título, pero muy bueno. Lo que te decía, cuenta cómo nos inventamos cosas, lo que sea, para olvidar que nos morimos. Hay gente que, no sé, escribe libros o hace deporte o tiene hijos o intenta follarse a todo lo que se menea, que de esos hay muchos. Algunos incluso tienen hijos y escriben libros mientras se follan a todo lo que se menea, porque, claro, los elementos pueden combinarse, la cosa es hacer, mover, subir y bajar, entretenerse y hacerse ruido dentro de la cabeza para olvidar que cualquier día, cuando menos te lo esperas, ¡zas!, algo te pasa ahí dentro, tu cabeza funde a negro y se acabó el viaje, colega.

Todo eso lo sabe el marketing, de ahí la importancia de la madre llorando bien, llorando como tiene que llorar, hacia el lado que tiene que llorar y en el formato en que tiene que llorar, justo debajo del corte inglés.

¿A ver?

Sí. Sí, ésta es perfecta. Mira cuánto dolor, se la ve destrozada.

Vaya tema, tú. Que te maten a un hijo tiene que ser terrible, ¿verdad?

Mándame la factura. Y dale un beso a tu chica.

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