Tetas en suelo santo

Hay en Italia un trabajo fascinante, que ya lo quisiera para sí más de un parado de nuestro país. Supone estar a las órdenes de la Santa Sede y sus franquicias, lo cual, en última instancia, implica tener un jefe severo, pero también todopoderoso, inmensamente misericordioso y todo amor. Desconozco los requisitos necesarios para hacerse con el puesto, aunque no parece una labor muy exigente desde un punto de vista físico ni tampoco intelectual.

El trabajo consiste fundamentalmente en apostarse a las puertas de una catedral y observar fijamente a las mujeres. Observar sus muslos, y sus hombros, y su espalda. Y sus pechos, claro. Es fundamental hacerlo sin disimulo y sin la menor sombra de lascivia. No se trata tanto de mirar como de analizar. ¿Es ese escote lo suficientemente recatado? ¿Están esas tetas lo suficientemente escondidas, es esa falda lo suficientemente larga? El trabajo, en definitiva, consiste en pegarle un buen repaso a miles de turistas al día y preguntarse qué opinaría Jesucristo a primera vista.

Conviene aclarar que, hasta donde yo he presenciado en mis visitas al Vaticano, Roma, Florencia y Siena, no existe un método científico para determinar si unas tetas o unas piernas ofenden o no a Dios. Como en todo asunto de fe, también aquí la subjetividad juega un papel protagonista. Puede ocurrir que una mujer pase el primer filtro, en la puerta de la catedral (tetas, piernas, espalda y caderas no ofensivas), pero que sea recriminada por un vigilante de la moral cristiana frente al pórtico (tetas, piernas espalda o caderas leve o intensamente ofensivas). Si esto ocurriera, la mujer deberá proceder a taparse de inmediato aquella zona que, desde el punto de vista del vigilante, ofenda a Nuestro Señor. Esto raramente ocurre con señoras mayores (cuyos canalillos, al parecer, apenas ofenden a Nuestro Señor) como tampoco es frecuente que pase con niñas pequeñas (a partir de los trece años, sin embargo, los cuerpos femeninos empiezan a ser intensamente escrutados por los vigilantes).

Es bien sabido que la Iglesia pertenece a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. También, qué remedio, a aquellas muchachas de alegre sexualidad que, ni cortas ni perezosas, osan plantarse en la Basílica de San Pedro o en el Duomo de Florencia con, qué sé yo, una camiseta de tirantes o uno de esos demoniacos vestidos tan de moda que, con apenas una tira a la espalda, dejan los omóplatos al descubierto (¡qué tendrán los omóplatos femeninos que tan eficientemente desvían al varón del recto camino!). De ahí que, en todo templo italiano y vaticano que se precie, haya un puestito con piezas de celulosa dotadas de una abertura redonda en el centro, para que la pecadora introduzca por ahí la cabeza y se coloque la prenda a modo de poncho. Si bien la celulosa no es completamente opaca, sirve al menos para emborronar las más descaradamente ofensivas formas de la mujer. Cada poncho de celulosa cuesta entre uno y dos euros, dinero que se destina íntegramente al mantenimiento de la superstición más extendida y opulenta del mundo.

A finales de julio, el Papa Francisco respondió preguntas de periodistas durante hora y media. Lo hizo a bordo de su avión, de pie en el pasillo, al estilo de Obama. No rechazó ninguna pregunta y abordó temas polémicos, como la homosexualidad o el Vatileaks. También dijo: «El papel de la mujer en la Iglesia no es sólo la maternidad, ser madre de familia. Es más fuerte, es el icono de la virgen, la que ayuda a crecer a la Iglesia.» Me temo que olvidó añadir: siempre que no vayan vestidas como una perfectas zorras.

29 comentarios

    • A las mujeres de 25 años no las visten sus padres nene. Y a las cahavalas de 13 tampoco, y si no habla con el padre de un/a adolescente y que te diga si su hij@ permita que le diga como se debe vestir.

  • He estado por toda Italia este verano y no he visitado ni una sola iglesia en la que cobraran por los dichosos ponchos. Tampoco es una medida exclusiva para mujeres, ya que a los hombres con camiseta de tirantes también se les «invitaba» a taparse los hombros. Vamos, que te ha quedado muy bien el artículo, pero la polémica no es tanta como la pintas.

    • Fernando, en Santa María del Fiore, Florencia, cobran. Euro y medio por paño. Respecto a pedir que los hombres se tapen, sí lo vi en el Vaticano, hace años. Este verano, en la Toscana, no lo he visto ni una vez. Solo se lo pedían a mujeres.

  • Hace dos veranos, en la catedral de Pisa, también pude ver a los dispensadores de kleenex gigantes en acción. Allí no se cobraba por ellos y se «sugerían» tanto a hombres como a mujeres; si bien es cierto que las segundas atraían, con diferencia, bastante más celulosa que los primeros.

  • Amigo, hoy 19 de Agosto del 2013 he conocido por primera vez Mi Mesa Cojea y me ha gustado bastante. Tu articulo «Tetas en suelo santo» me ha echo el dia, empezando por ser algo que desconocia y siguiendo por la sagaz ironia con que manejas el tema.
    Felicidades y tienes un nuevo fan, de ya te paso a marcadores y pasare las proximas 2 horas visitando Mi Mesa Cojea. Saludos.

    Esto me ha fascinado:
    «Esto raramente ocurre con señoras mayores (cuyos canalillos, al parecer, apenas ofenden a Nuestro Señor) como tampoco es frecuente que pase con niñas pequeñas (a partir de los trece años, sin embargo, los cuerpos femeninos empiezan a ser intensamente escrutados por los vigilantes).»

  • Hace años le pasó a mi sra. en Milán. «Tsk tsk» le dijo señalando su pantalón; «troppo corto». Y no era uno de esos demoníacos minishorts que se llevan ahora: un pantalón corto normal. Ahí no habia alternativa de ponte una falda de papel. Pero pudimos entrar por una puerta lateral donde no había censor.

    Años después, en una iglesia ortodoxa en Grecia (Rodas), también dijeron «tsk tsk» a unos pantalones cortos, pero fue A MI, y me hicieron ponerme una falda larga mientras el resto de turistas españoles me hacían fotos.

  • Sí, ¿Y …? Esos templos no son solo monumentos artísticos sino lugares de culto. Para visitar una mezquita tienes que descalzarte y dejar tus carísimos zapatos italianos en medio de una confusión de babuchas y las mujeres enfundarse un chador o al menos cubrirse la cabeza con la hiyab; pero para visitar una sinagoga son los hombres los que tienen que tocarse con la kipa. En algunas te regalan un solideo de papel, pero en otras te lo venden aunque sea a precio simbólico.

    Ji, ji, ja, ja. Qué divertido: hay que disfrazarse de judío para entrar en una sinagoga. Pues tómatelo como quieras, pero son sus normas de respeto para sus lugares sagrados y si no te gustan, pues no entres y listo. Total, solo son un montón de artilugios supersticiosos.

    Como tampoco puedes entrar al Gran Casino de Mónaco sin chaqueta ni corbata ni con zapatillas de deporte aunque sean unas exclusivas y carísimas. Y, por cierto, tampoco con sotana: solo te permiten un «clergyman», aunque en ese caso te libras de la corbata.

    • El Casino de Mónaco, las sinagogas y las mezquitas no nos cuestan anualmente una pasta enorme pagadera de nuestros impuestos (diez mil milloncitos aprox. en las últimas anualidades). Habría que llevar a cabo una desamortización a lo siglo XXI: confiscarles, cuando menos, los derechos sobre el arte que tienen secuestrado e imponer horarios de visitas sin otras limitaciones que las corrientes en los monumentos y museos públicos. Y gracias a que yo me conformaría sólo con eso. Muchísimos miles de ciudadanos propugnan una desamortización total.

      Y razón no les falta.

    • Completamente de acuerdo contigo. Pero no sé qué tiene que ver lo que dices con el hecho de que es normal que las sectas supersticiosas en el extranjero exijan unas normas de vestimenta a quienes visitan sus locales destinados a sus actos, que era de lo que se estaba hablando.

      En Bangkok hay sitios, incluso aunque no sean templos, donde no te permiten la entrada, seas hombre o mujer, con pantalones rotos, ajustados o que no cubran hasta el tobillo. Eso a 40ºC y 85% de humedad.

      A algunos estas normas pueden parecerles absurdas, ridículas o atrasadas, pero quien está de visita debería simplemente informarse primero y una vez allí respetar las costumbres locales y acatar los requisitos que exigen los propietarios del local. Luego, si esta propiedad es legítima o no puede ser discutible, pero ese es otro tema.

    • Tiene que ver porque en el extranjero (salvo en Italia y probablemente en algún otro país, con exclusión de los países musulmanes, que son otra historia… o, bueno, quizá la misma) las confesiones no están subvencionadas con dinero público y, por tanto, es más tolerable que hagan lo que les dé la gana, aunque ciertamente sea igual de ridículo. Una sinagoga en París no me cuesta dinero (ni a mí ni a los franceses): la catedral de Burgos, en cambio, sí; y las limitaciones y exigencias con el vestuario pasan a ser algo más que una simple estupidez religiosa o supersticiosa para ser un agravio cívico.

  • En Barcelona pusieron uno de estos en la Catedral y me gustaría incidir en que ahí también tratan de ocultar la voluptuosidad de las rodillas masculinas.

  • Pues la solución es muy sencilla, no vayas y punto. La Iglesia es un rollo privado y pueden poner las normas que les salga del belfo. Que sí, que el Estado le financia cosas y bla bla bla… Whatever.

  • Pues yo estoy de acuerdo con estas medidas. Es más, deberían ponerse más estrictos aún. Y no deberían permitir casarse por la iglesia a nadie que no esté bautizado, a gente divorciada, o a quien no vaya a misa cada domingo.

    A ver si así la gente se da cuenta de una puñetera vez de que estamos tratando con una secta, ni más ni menos. Y si quieres seguirle el juego a una secta, es lógico que debas seguir sus normas.

  • Lo he visto y sufrido en iglesias de Italia pero ya sabía que pasaba y yo para no engordar las arcas del Vaticano siempre viajo con fulares muy coloridos y si me dicen algo los uso (soy una que aunque no suelo llevar faldas si que llamo mucho la atención por mi zona pectoral mal que me pese). Pero ojo, no solo pasa en Italia, pasa en algunas zonas de España y recuerdo el año pasado al entrar en varias iglesias en Breziers, Niza y Lyon en pantalones cortos mis acompañantes tantos chicos como chicas fueron rechazados en seco.

  • A mí, que soy varón, me prohibieron entrar en la catedral de Milán por llevar pantalón corto. En aquel año aún no había la alternativa de ponerse ponchos. No me dió ninguna pena no entrar. Que les den por donde amargan los pepinos. Directamente. Menuda panda de descerebrados, pederastas y fariseos. Si follaran más, joderían menos.

  • Pues yo la vez que fui al Vaticano solo entré a mear, y tengo que decir que lo tienen muy pero que muy bien pensado, nada mas entrar, hay un inodoro descomunal donde puedes aliviarte. Lo raro es que no di con el pulsador de vaciado!!!

  • A mi me pasó en el Vaticano, en pleno agosto hace unos diez años, tras casi una hora de cola, al llegar a la puerta consideraron que mi camiseta no era apropiada para entrar. Me negué a comprarme el poncho pero sí tuve que hacerme con una espantosa camiseta de Leonardo da Vinci, más recatada. Al menos el dinero acabó en el bolsillo de un comerciante. Hay que ir prevenida y llevar en el bolso una camisa o un paño o lo que sea.

    Como bien dices, señoras mayores que enseñan tanto o más que mujeres más jóvenes, pasan las puertas de las iglesias (lo he visto en Roma, Florencia, Siena, Venecia, Milán y Turín) sin ningún tipo de problema o queja. Las chicas más jóvenes, que deben ser la esencia misma del pecado original, son analizadas con lupa pero las longitudes de las faldas/pantalones o la cantidad de piel que dejan al descubierto pueden o no ser consideradas ofensivas. Depende de la opinión del hombre que está en la puerta.

    En el Vaticano vi como uno de esos «trabajadores», agarraba a una francesa, con su marido y su hijo pequeño al lado, y le señalaba, tocándole las piernas, que longitud debería tener la falda. La familia se dio media vuelta y se marchó. El «trabajador» siguió con su gloriosa misión.

  • Si estoy yo en el Vaticano, y uno de estos vigilantes eróticos le toca las piernas a mi churri, le meto un viaje que lo cambian por uno de los angelitos de la Capilla Sixtina.

    Avisados quedan esos «puertas».

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