Rajoy, el Telediario y la realidad

Hace varios meses, el Presidente del Gobierno se quejaba de que la realidad se obstinaba en llevarle la contraria. Por eso no podía cumplir su programa electoral, por eso cada decisión que anunciaba era opuesta a lo prometido en campaña. Por la realidad. Por el Zeitgeist. Él, venía a decirnos Rajoy, hubiese sido un gran estadista en otro tiempo y lugar. Su grandeza está ahí; le ha fallado el contexto.

Lo malo de la realidad, en eso tiene razón el presidente, es que suele discurrir ajena a los deseos humanos. Dicen que el optimismo ayuda en la enfermedad, pero nadie se ha curado de un tumor por poner buena cara. Rajoy, a diferencia de Zapatero, no pretende alterar la realidad con su karma. Él no es un optimista antropológico; es tan solo un registrador de la propiedad en excedencia eterna. Rajoy sabe que la realidad es más gallega que él mismo, y que es preferible no enredarse con ella. Su plan: dejar que las cosas pasen. Que él mismo pase. Que llegue la primavera y la primavera se vaya, que los almendros florezcan y se sequen y florezcan de nuevo. El ciclo de la vida.

La sociedad española, sin embargo, no parece muy dispuesta a sentarse bajo los almendros en flor y, mucho menos, a tener que comérselos porque no les llega ni para un yogur en Mercadona. Con eso no contaba Rajoy. No esperaba que la paciencia del país estuviese ya tan agotada. No contaba con que tanta gente, en los bares y en los medios, pediría su cabeza tras apenas año y medio de mandato. No imaginó que un periodista rumano llegaría a sacarle los colores en su propio idioma. No vio venir a un Pedro J. dispuesto a lo que sea con tal de colocar Orbyt a medio país. No contaba, en definitiva, con la realidad. Por eso se esconde de ella, protegiéndose tras lo que sus asesores le ponen delante, un plasma, un escolta o un ministro.

En democracia, al menos en la nuestra, los gobiernos no pueden cambiar la realidad, pero sí pueden modularla. Hacerla un poco más amable, un poco menos gris. Para eso se creó en la Transición el actual modelo de radiotelevisiones públicas, para que la realidad encaje un poco mejor con los planes de gobierno. Para inclinar un poco la intención de voto, no mucho, lo justo para que el tinglado siga pareciendo una democracia europea moderna. Entre película y película, entre serie y serie, una última hora tranquilizadora. No se angustie, esa gran manifestación no lo fue tanto, el uso de la fuerza fue proporcional y ese ruido de fondo no son silbidos, sino el viento filtrándose entre las hojas del almendro. El ciclo de la vida.

Televisión Española ha recuperado a los autores intelectuales de la era Urdaci. El objetivo, así lo ha anunciado el ente público, es detener la intensa huída de espectadores, lograr que los servicios informativos de TVE, líderes en audiencia durante casi una década, recuperen la primera posición perdida desde la llegada de Rajoy a la Moncloa. Eso dicen. Y será verdad. Después de todo, ¿por qué íbamos a desconfiar de Julio Somoano, director de informativos de TVE y autor de la tesis «Estrategia de comunicación para el triunfo del Partido Popular en las próximas elecciones generales«? ¿Por qué fiarnos del Consejo de Informativos de TVE cuando dice que las personas recién nombradas para hacerse cargo de los Telediarios no son las adecuadas «para cumplir con el imperativo de unos informativos plurales, independientes y elaborados con criterios profesionales y no políticos»?

La realidad, en efecto, no puede ser alterada por un Gobierno. Pero sí puede ser modulada. Y silenciada. Rajoy ganó las elecciones con dos promesas: levantar la economía del país y mantener las conquistas sociales logradas desde la muerte de Franco. Casi nadie duda de que el Gobierno está haciendo lo posible para cumplir la primera promesa. La segunda ya tal.

10 comentarios

  • Si hay alguien que puede tildar de «populista» a cualquier otro líder mundial, ese es Rajoy.
    Lo que sigo sin entender es cómo éste hombre llegó siquiera a ser líder del PP. Quizás los libros de historia lo expliquen mejor.

  • Ya era hora de que la realidad surtiera efecto, más que paciencia los españoles parecemos ingenuos.

  • Se la «suda» de verdad, habra dejado de fumar puros en publico, pero seguro que no se ha perdido una etapa del Tour ni un partido de futbol. Es «gallego» total y los gallegos tienen siempre un tejadillo en los bares por si llueve para no mojarse.

  • También Stalin era un mediocre, a diferencia de Obama que es un brillante Nobel de la Paz, mediocres «semos» ya lo sabemos, o no.

  • Obama, «brillante»? Si Alfred levantase de la tumba y viese a quién le dieron el Nobel de la Paz, flipaba.
    Un registrador de la propiedad suele ser alguien considerado brillante. Pero este país no necesita alguien brillante, sino alguien con sentido común. En los dos lados: el de los políticos y el de los votantes. Porque salio de las urnas españolas, y no en plan genio, con un frotamiento de lámpara, sino por mayoría de votos. Que yo recuerde en campaña ya tartamudeaba, leía todo lo que decía y tenia pinta de blandengue. No engañó a nadie. Pero para salir del desastre Zapatero era la otra opción. Por eso no deberían llamarse elecciones, sino falta de opciones. O alternancia de incompetentes en el país de la pandereta.
    Lo de la televisión, fácil : http://www.mimesacojea.com/2013/05/la-revolucion-desde-el-sofa.html Yo hace 10 años que apagué la mía. Ahora estoy en transicion de los diarios españoles a la prensa internacional, porque lo de los periodistas nacionales es un cachondeo.
    Sobre el contexto, me quedo con la sabiduría Borgiana: «le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir»

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